miércoles, 28 de noviembre de 2007

Suicidio asistido


Suicidio asistido


Su mano se colgaba suave de mi cuello,

cada palabra suya se transformaba en sueño

y su piel enrojecía a la mía.

El dolor era incontenible a mi cuerpo

pero se transformaba en alivio a mis pensamientos.

Su voz trataba de calmar mi llanto

pero en ese preciso momento yo era cielo,

cielo y mar llorando, en tormentas desatado.

Me prometía que la calma llegaría

pero los segundos eran más que eternos

hasta que me arrebato mis últimos alientos.

Entonces se transformó en mi cómplice

y viéndome con los ojos cerrados

partió con paso lento hacia el descenso

luego la oscuridad partió su rostro

y a mi lado cayó como si hubiese ido corriendo.

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